A las 9:30h por la
mañana, cogimos un autobús rojo de dos pisos que nos llevaría por Madrid para
que bajáramos cuando quisiéramos. Normalmente, no me gusta parecer que soy
turista. Y un autobús que dice Madrid City Tour en sus lados grita turista. Sin
embargo, me alegro que termináramos por cogerlo desde que lo hizo fácil a
trasladarnos por la ciudad.
Teníamos todo el
día para hacer lo que nos apeteciera. Primero, llegamos al Museo Reina Sofía,
un museo que alberga pinturas, fotos, esculturas e instalaciones del siglo XX,
incluyendo las obras de grandes artistas españoles, como Salvador Dalí, Juan Miró
y Pablo Picasso. Visité el museo la última vez que estuve en Madrid en el
intercambio de mi instituto, pero no teníamos suficiente tiempo para ver todo
el museo. Durante mi segunda visita, recorrimos casi todo las exposiciones.
Después de ver las
galerías del barrio Chelsea en Nueva York con mi madre hace cuatro veranos, no
me ha interesado el arte contemporáneo. A menudo me pregunto si un lienzo con
algunas manchas de un color es arte de calidad. Por lo tanto, estaba
sorprendida cuando encontré algunas obras impresionantes que me hicieron
pensar.
(Esta hecho de las cascaras de
huevos)
Me ponía de pie
para casi cinco minutos en frente de una obra de una televisión pequeña que
mostraba un paisaje otoñal en la cual la luz parpadeaba en la pantalla como si
fuera una película vieja. No sé porque me cautivó. Era un poco evocador e
inquietante. Me atraen las cosas ordinarias que están utilizadas en una manera
que se hace obsesionar.
Las obras de
Picasso me inspiran mucho. Guernica era impresionante en persona, incluso la
segunda vez. Les transporta a los espectadores al horror de la Guerra Civil. Había
un aparato que la protegió y mucha gente la rodeaba. Quería sacar una foto pero
no se permite. Por lo menos, saqué esta fotos de pinturas de Picasso.
Desde que es una
corta distancia del museo Reina Sofía, andamos por el Paseo del Prado hacia el
Museo del Prado, una de las más importantes pinacotecas del mundo que destaca
los cuadros de los siglos XVI al XIX. No me interesa mucho la mayoría del arte
antiguo – los retratos de la Corte y las escenas de acontecimientos históricos
o de temas religiosos/políticos. Prefiero las obras que rompen con la
tradición, deforman la realidad y reflejan los sentimientos a través del color
y la luz. A veces tu aprecio para algo que no te gusta aumenta cuando lo
examina. En la clase de historia de arte, estudiamos la vida du Goya, su estilo
artístico y el arte neoclásico. Vimos los caprichos y las pinturas negras de
Goya. Nos dejaban atónitos. Es una sensación extraña ver algo que has
estudiado. Sientes como si tienes una conexión más fuerte con la obra. Nos
sentíamos orgullosos de nuestros mismos de toda la información que hemos
aprendido.
Después de la
comida, cogimos un autobús para llegar a nuestro último destino turístico – El
Palacio Real. Cuando Chelsie y yo caminábamos por el patio hacia los arcos
grandes donde se puede dar a la ciudad, le pregunté “¿Y si vivimos aquí,
levantándonos a esta vista todo los días…” Creo que el interior es más asombroso
que el exterior. Los cuartos están cargados de detalle encima de detalle. Hay muchos
esculturas, relojes, espejos, pinturas, tapices y cosas hechas de mármol,
cristal, terciopelo y oro – todo lo que se imaginaria que estaría en un palacio.
Lo que me ha llamado la atención era el violín Stradivarius. Me hizo pensar que
los reyes tienen el mejor de todo. Como estudiantes, la entrada solo es cinco
euros. Por cierto que merecía la pena.
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